“ESE vagar sin rumbo por nuestra `Mayúscula América' me ha cambiado más de lo que creí”, escribió el joven Ernesto Guevara después de atravesar el continente suramericano, en motocicleta una pequeña parte, y el resto, en los más disímiles medios.
Junto a su amigo Alberto Granados, confirmó su idea inicial sobre América, “una sola raza mestiza que desde México hasta el estrecho de Magallanes presenta notables similitudes etnográficas”, según anotaciones sobre la travesía.
Perú le ocupó un buen tiempo en ese viaje. Allí visitó los lugares que a cualquiera le sería de obligado conocimiento, las ruinas de la cultura incaica. Su interés no quedó en la contemplación mera de un viajante de paso, y se dedicó, además, a estudiar en la Biblioteca del Cuzco lo relacionado con la historia precolombina.
Pero el Che también trabajó en ese país. Su espíritu lo llevó hasta el leprosorio de San Pablo, a orillas del Amazonas. Él y su amigo Granados se relacionaron de forma directa con los pacientes. Tal es así que al marcharse del lugar lo hacen en una balsa construida por los enfermos.
Después de pasar por Colombia y Venezuela, regresó a su país a terminar la carrera de Medicina. No obstante, al concluir los estudios, emprendió nuevamente viaje por la costa del Pacífico. Es este segundo viaje el que define completamente su vida futura.
Guatemala fue la tierra donde conoció a un grupo de refugiados políticos cubanos, combatientes del Moncada, quienes le hablaron de Fidel y el movimiento revolucionario que dirigía.
Arribó a México, después del derrocamiento del gobierno guatemalteco de Jacobo Arbenz, y allí conoció a Fidel Castro, unas pocas semanas después que éste saliera de Cuba como exiliado. Así comenzaron los preparativos para la lucha en la nación antillana y por ello mismo fue internado en la cárcel junto a los cubanos.
Vendrían la partida final de México en el yate Granma y la difícil sobrevivencia una vez desembarcados en las costas orientales cubanas; los múltiples combates en la Sierra Maestra del Ejército Rebelde y la ofensiva última de la guerra. La Invasión a Occidente, que encabezó con Camilo Cienfuegos, dejó a su paso decenas de pueblos tomados por los rebeldes.
Una vez logrado el triunfo de la Revolución, la presencia del Che resultaría de incalculable valor. El concepto de hombre nuevo que desglosaría en algunos escritos y discursos tenía el mejor exponente en su propia figura. Precisamente al ejemplo otorgaba notable importancia y a la muestra continua de cómo debía ser un hacedor de los cambios de aquel momento dedicó todo su empeño.
Con tales ideas resultan familiares el apego del Che a la juventud; sus innumerables charlas y la presencia donde ella marcara pautas.
La relación de amistad y de armas que ligaría para siempre a este argentino con Cuba, hizo de él ese símbolo universal sin barreras de tiempo que le permite seguir siendo, a pesar de la muerte.
do site http://www.granma.cu/che/caminos.html
Nenhum comentário:
Postar um comentário